jueves, 9 de agosto de 2012

La queja (in)constituyente



Cuando Lacan afirmó “la mujer no existe” no veía venir los tiempos de ahora, no hay duda de eso. Ahora la mujer es la que existe. Si nace sin pico, es ya una mujer indiscutida. En cambio, el que necesita convertirse en hombre, es precisamente el hombre. Si nació con miembro, debe demostrar que lo tiene. Cualquier acto que no concuerde con esto, será usado en su contra.
El hombre debe ganarse su virilidad. En cambio, una mujer es catalogada como mujer haga lo que haga. “Mujer tenía que ser”. Es como si el océano de características disponibles fuera femenino y el hombre debiera emerger haciéndose notar, no dejarse envolver por esas olas de femineidad, de pasividad. De ahí que se espera que él “haga algo”. Aquí emerge la queja común de los tiempos de hoy: ya no hay hombres. ¿Será que el océano femenino acabó por ahogar las posibilidades actuales de ser un hombre? Por alguna razón el hombre ya no sale en la lucha de su virilidad, no quiere demostrar nada a nadie. Esta sumido en un autoerotismo playstatiano, en un narcisismo alcohólico, en una pasividad cómoda, en un infantilismo que le protege cual madre inutilizadora. Los hombres ya “no saben hacer nada”. No en vano se escucha decir que las mujeres, además de mujeres, son mas hombres que muchos hombres. Honra, firmeza, entereza, protección al estilo paternal y en algunos casos incluso feudal. Las reinas reinan, los reyes, fatigados, han cedido el báculo. ¿Será esto por una rebeldía definitoria? ¿Un movimiento masculino que se rehúsa a aceptar las imposiciones femeninas, análogo al movimiento feminista en los tiempos de la hegemonía masculina? Quizá sea esto una clave para darnos cuenta de quien tiene la hegemonía ahora, en términos morales, espirituales y fácticos… 
¿Habrá un lugar para los hombres en los nuevos sistemas sociales, un lugar que no los sitúe desde la inutilidad? Hoy los hombres son llamados “niños”, su único lugar legitimado para tener derechos ¿Qué respuesta encontrarán estos niños para convertirse en hombres? ¿Podrán forjarse un lugar de derecho en este nuevo sistema? ¿Podrán las mujeres darles un nuevo lugar? ¿Podrán ellos librarse del yugo que llevan por haber malusado su reinado inequitativa y opresoramente? ¿Les salió el tiro por la culata? ¿Se puede romper el ciclo de opresiones?