En este viaje que emprendí he tenido
aprendizajes muy importantes, y uno de sus temas top es la libertad.
Escribo esto no tanto para compartirlo, sino para registrarlo, para
ordenar un poco y hacer un esquema breve de lo que he ido
interiorizando intelectual, sentimental y espiritualmente. Tal vez no
sea muy útil para nadie, pero estas realizaciones o “darse cuenta”
han cambiado radicalmente mi manera de percibir la vida. Lo publico
porque puede que alguien esté también en la misma búsqueda de
respuestas que yo, si es así, siéntase con toda la libertad de que
tengamos un diálogo, nos podemos aportar desde nuestras
experiencias. Tal vez el hilo de razonamiento no haga mucho sentido
al lector(a), pues lo que describo a continuación tiene que ver con
mi propia forma de procesar, la información que considero relevante
en este tema puede no serla para otros.
En la historia de la humanidad ha
habido una lucha constante para alcanzar la libertad, los contenidos
van variando, pero la meta es la misma: libertad de expresión,
libertad de asociación, libertad para la igualdad, libertad de la
opresión por los que detentan el poder. Siempre se busca
emanciparse de algo, lo que hace de la libertad un concepto
íntimamente asociado a su precedente, en una dialéctica constante
con aquello de lo que busca desasirse. Por lo mismo, comúnmente se
piensa que la libertad es sinónimo de felicidad. Se rompen las
ataduras que nos aprisionaban, quedamos libres para poder realizarnos
en nuestro verdadero potencial. Pero la libertad no necesariamente
significa felicidad, significa vida y mientras haya vida, la lucha
sigue.
La libertad no es un estado final, la
libertad no tiene asociada ninguna emoción en particular. La
libertad es un concepto vacío que se rellena con cualquier
estado psicológico/mental/espiritual de la persona que la logra. No
por nada es llamada “libertad”.
Para algunos la libertad puede ser
sinónimo de grandes angustias por el caos que deviene cuando se
alcanza, por la posibilidad de asociación con cualquier otra cosa
luego del desligue de lo que se quiso liberar en un primer instante.
Por lo general, estamos tan acostumbrados al sometimiento que al
alcanzar un estado de libertad, es decir de incertidumbre, queda el
remanente de querer volver a asociarse a algo o a alguien. La
libertad es algo difícil de sostener, por lo que funciona casi
siempre como un ideal más que como algo que se practique. Por la
libertad es que nos movemos como humanos, el cambio es posible cuando
hacemos de ella nuestro norte. La libertad nos da la sensación de
progreso, aunque esto signifique volver a entregarnos a otro tipo de
atadura, al menos es una en la que la voluntad está comprometida.
Luego de la libertad somos libres de atarnos a lo que dicte nuestro
deseo. Después de todo, está en nuestra naturaleza implicarnos,
enmarañarnos con circunstancias externas, con personas, con
sistemas, con rutinas, en fin, se nos da fácil desear. La libertad
es la ilusión de la vida, su horizonte, el que siempre se va
desplazando más y más allá. La libertad es lo que está
verdaderamente vacío, no el deseo, este siempre puede rellenarse con
multitud de cosas, muchas de ellas bien definidas y universalmente
generalizadas. Si existe un estado de satisfacción, aunque sea
temporal, significa que sí podemos alcanzar lo que deseamos. Que eso
sea transitorio, es otro tema.
Sin embargo, está el camino de los que
buscan un estado constante de libertad, que luchan por la
autoliberación, quienes emprenden el camino del Buda, un camino más
allá de la lógica del lenguaje. Buda buscó la iluminación, un
estado en el que se liberó de todos los condicionamientos, en un
viaje interno en el que buscó descubrir al supremo arquitecto, al
“constructor” de la rueda eterna de nacimiento y muerte en la que
nos encontramos para así poder salir de ella. Se dice que cuando
logró la iluminación llegó a la verdad y se deshizo de toda
ignorancia, esta última entendida como la creencia de que existe un
desconocido detrás del conocer. La iluminación consiste en
trascender el dualismo de conocedor versus objeto del conocimiento,
la oposición entre saber y actuar, entre el mundo y el yo. Es algo
difícil de abordar por la lógica, cayendo en constantes
contradicciones cuando se lo trata de explicar, por lo que se tiene
que experimentar a través de la intuición de la propia verdad y con
ayuda de la voluntad. La iluminación no puede enseñarse a otros por
medios intelectuales, por lo que la doctrina del budismo no es
realmente una doctrina, si no una búsqueda interior constante, ya
que no hay nada que se pueda recibir desde otro con respecto a la
iluminación. Buda busca ser su propio amo, trascendiendo el dualismo
de ser amo o esclavo.
Buda logró ser libre y decidió
mantenerse en ese estado, y pese a que pasó periodos de mucho
ascetismo renunciando a involucrarse en las actividades mundanas, al
final se da cuenta de que eso tampoco es libertad. Menciona entonces
el “camino medio”: la sabiduría está en no entregarse a reglas
generales sobre nuestra existencia y simplemente fluir, vivir sin
entregarse a ningún exceso, tanto ascetismo como apasionamiento. El
buda nos llama a vivir una vida dinámica, con un fluir natural, sin
sistemas o preceptos, buscando en el interior de cada uno cómo llevar
su propia libertad en la vida cotidiana. El sistema ético a seguir
no existe, está en construcción constante. Para ser libre no es
necesario convertirse en un monje y meditar por el resto de la vida
sin involucrarse con nada ni nadie.
La rama zen del budismo se acerca más
a vivir la cotidianidad con libertad. Aún no estoy tan informada
sobre la historia y las prácticas actuales de esta rama, pero lo que
he averiguado hasta el momento me parece bastante satisfactorio. Me
atrae el dinamismo de la verdad que se busca, lo que nos hace
conectarnos mucho más con lo que está pasando ahora, en el
presente, dentro de nosotros mismos. Otra cosa que me gusta es que la
verdad no se va a buscar a ninguna parte, ni se le pide a otros que
nos la muestren. Pero hace falta harto coraje para enfrentarse a esa
verdad, es un trabajo duro aprender a ser sinceros con nosotros
mismos y aceptar lo que sea que sea. Sacarse la venda de los ojos es
el primer paso y el más difícil.