lunes, 6 de agosto de 2007

When you wanna dance.

Qué qué siento cuando bailo?? Es como una cosquillita que va de aquí para acá... como una Gran Onda que viaja a través de todo el cuerpo. A veces son como varias Pequeñas Ondas que se mueven por distintas partes y que fluyen para abandonarte.
Siento como que yo fuera un Gran Canal, un gran cable conductor de ondas. Una analogía sería un cable de cobre por el que pasa la corriente, aunque se siente... suave. Y todo tu cuerpo quiere hacerse partícipe de esa corriente. Los pies se mueven, la espalda, las manos, el pelo, todo. Y mientras avanza la música, te dan más ganas de que tu cuerpo la siga, no quieres salirte del flujo de energía. Quieres que cada uno de tus movimientos refleje lo que escuchas, quieres escuchar cada vez más, cada vez más fino. Hasta que llega el momento en que la música y el movimiento son uno. Eres capaz de no tener el procesamiento cognitivo, es como oído-movimiento, input-output sin nada entre medio. Y ese es un momento glorioso, porque ya no te molesta la visión de las guatonas bailando más allá con sus rollos colgantes debajo de poleritas blancas sudadas, ni tampoco los empujones de la gente borracha que te echa el copete encima sin querer, ni los humos de cigarro.
Después de ese momento catártico es cuando empiezas a "pensar en paralelo". Piensas cosas como, por ejemplo, qué chistoso es el pasito que estás haciendo, pero no puedes hacerlo de otra forma. Porque es uno de los momentos en que se siente muy bien ser (o estar dentro de) tú mismo. Y lo disfrutas. Mucho. Te gozas. La música guía a tu cuerpo, y a su vez te guía el pensamiento de una forma bien... sentimental.
Es la experiencia más representativa de ser conciente de tu cuerpo, ese que te acompaña a todos lados porque supuestamente eres tú... y claro que eres tú!! Pero a uno se le olvida en el cotidiano. Técnicamente sería un estado de alteración de la conciencia (y es puro gozo, como algunos otros estados de alteración de conciencia). Lo único malo es que te pueden sacar muy fácil de él. Pero, ya sabemos, que de lo bueno, poco.

2 comentarios:

Javier dijo...

En mi experiencia, lo más difícil de mezclar es la posibilidad de sentir todas esas cosas que tú describes en el contexto de cigarros+empujones+calor+ahogo+músicademierda+etcétera.

Como que fueran realidades sustractivas. Es como si el ambiente boicoteara en todo momento la posibilidad de ser libre, de gozar el movimiento.

Son cosas que en todo momento roban tu atención. Se convierten en malestares: "no me empujes", "me falta aire", "hazte a un lado", "cambia la música", "estoy cansado", "no quiero seguir oyendo el mismo ritmo".

Y que la única forma de sobrevivirlos es pensando en otra cosa: "qué es eso que brilla ahí", "qué está haciendo esa persona de allá", "qué voy a hacer mañana", "por dónde me voy a ir cuando me vaya de aquí", "qué tan blandita estará mi cama cuando me acueste", etcétera.

Todo lo contrario a lo que puede ser estar en un lugar familiar (tú casa, mi casa, su casa), donde puedes poner un disco, y abstraerte en la música, compenetrarte con ella, acaso danzarla, acaso no. Sin estar atento a nada más. Sin estar "frente" a alguien con quien tengas que bailar. Simplemente haciéndolo como te plazca. O no haciéndolo. Con tu espacio, tú tiempo. Sin empujones. Sin humo. Sin músicas predeterminadas. Sin el contexto estandarizado. Sin el ruido. Sin el malestar.

Al fin, lo único que uno puede pedir es tratar de reducir lo mínimo las fuentes de malestar. Entre ambos extremos: el ambiente familiar versus la discoteca adolescente, uno anhela que ojalá la mayor cantidad de elementos disruptivos no estén presentes.

La ecuación:

Bienestar = Estar - reggaetón - humo - ruido - empujones - calor - coreografía a lo Mekano - etcétera

A cada elemento que le sacas, mayor posibilidad que sea una experiencia agradable. Entre más elementos terribles le pones, tanto peor.

c l a u dijo...

Bailar es lo mejor.
Sobre todo, para mí, cuando estás harta de mover las caderas al ritmo regeton, pegar empujones para no caerte, decir que no a tipos muertos de curados, etc., lo mejor es cuando viene la música ochentera. Ohh si, debo admitir que me mata take on me de a-ha, o la madona y esas cosas.
Creo que es mi momento de extasis, de salir del mundo y sentir las cosquillitas que bien mencionas.
El baile, es lejos la mejor terapia. Quizás podríamos inventar una terapia bailexistencial... sería choro bailar con tus pacientes.

Saludos estimada ceci :)
me gustan tus weás, yo a veces también lo hago.